lunes, 6 de junio de 2011

Cuerpos en Alquiler

La falta de oportunidades laborales ha llevado a jóvenes provincianos a ejercer la prostitución en el centro histórico limeño.

Por: Aramís Castro Ramos.


Sentados en la Plaza San Martín. Cabello corto, ropa entallada y zapatillas. Un hombre canoso se acerca a uno de ellos y lo lleva a una esquina. Conversan de manera cómplice, distanciados por pocos centímetros. El muchacho le señala un hospedaje con su dedo índice. El hombre acepta y ambos caminan lento hacia el lugar acordado. El joven se llama Richard y desde hace dos meses se dedica a la prostitución.


Así como Richard, decenas de hombres ofrecen sus servicios sexuales a cambio de 15 ó 20 soles. La mayoría proviene de la selva. Vienen a la capital para conseguir un trabajo estable o incluso servir a la patria en una escuela militar.

“Mi promoción me trajo aquí, me dijo que podía hacer plata”, confiesa Richard con voz tímida y mirada nostálgica. A sus 19 años sabe que la vida ha sido difícil por lo que espera alejarse de este mundo lo más pronto posible. Su trabajo inicia a las siete de la noche y se queda de cuatro a seis horas. Esto depende del dinero conseguido que puede sumar entre 60 a 80 soles por noche.
Richard también comenta que hay oportunidades en que los clientes son homofóbicos y solo los contratan para golpearlos. “No sabemos cuando alguien quiere hacernos daño o no”, refiere con un tono de voz melancólico y cuerpo erguido.

Hay momentos en los que le gustaría dejar este oficio para dedicarse de lleno a lo que realmente vino: servir a la patria. Los días de semana, integra el cuartel Hoyos Rubio del Rímac. Los sábados y domingos ofrece su cuerpo a clientes casuales, la mayoría de la tercera edad.

Sentado en un rincón de la plaza recuerda a su lejana Pucallpa y todas las personas que dejó para venir a la capital. Se levanta  para relajarse un poco y camina lento unos metros. Regresa. Se acomoda de nuevo en la banca.

La vida de los comúnmente llamados “fletes”, está marcada de experiencias que muchas veces desean olvidar. Sus rostros reflejan el cansancio y tristeza por el trabajo realizado.

 “A veces no tengo donde dormir y aprovecho esta parte de la plaza”, agrega estirándose los brazos y con un bostezo prolongado por lo avanzado de la madrugada. A Richard se le ve agotado. Se recuesta en el pequeño espacio y se queda dormido de manera casi inmediata. Otra noche ha terminado pero el trabajo, de fin de semana, volverá en unas horas.

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