lunes, 6 de junio de 2011

Taxista en el corazón de Cercado.

Este es el trabajo que muchos discriminan y  no lo ven rentable. Ser taxista nocturno en la ‘selva de cemento’ llamada Lima, significa ser: sacrificado, valiente y, a la vez, suertudo.


Por: Stalin Colqui Girón.



Las calles se camuflan con la luz del día, que tapa las negativas exhibiciones de una Lima de noche. Calles mojadas, no causados por desagües rotos, sino por las meadas de borrachos que transitan las calles. Caminan con suma confusión por el alcohol que se les subió a la cabeza. El sueldo de día se multiplica por tres en una sola noche. Atrás quedan los riesgos. Sexo, droga y alcohol que habitan en el corazón de Cercado, ya no son sus temores.


El viento corre en contra a la dirección de un taxi de Lima Metropolitana. El vehículo popular que en sus pertenencias no carece de un fierro -para cualquier urgencia vandalita-  que sea para el uso  en defensa personal.

¿Habla, vas? Suele ser la jerga taxista. Acá no hay saludo, sino negociación. Cuanto pagas, es tu recorrido. Si quieres ‘regatear’ busca a un sujeto con índices de ‘re saqueado’.  No perderás mucho tiempo en buscarlo, siempre están allí.

En jirón Camaná comienza el recorrido. Las luces amarillas recién se prenden. Son índices del cambio, pero ellas no lo sienten. Algunas parpadean, otras están ciegas del único ojo que tienen. ¡Llegamos a la plaza San Martín!

Renzo Noriega como todas las noches recorre varias veces por el corazón de Cercado. El motivo, siempre ‘levanta’ personas ebrias que le dejan un ‘regalito’ sobre sus asientos. Sea cual sea, todo vale. Billeteras, relojes, lentes, carteras es lo que a menudo alegran su noche.

Tiene vergüenza, pero se la aguanta. Su destino está marcado. Siempre irá por Colmena, donde sus locales favoritos son los hostales y los llamados ‘A sol la barra’. No porque le gusten esos ambientes, sino porque aquellos centros de distracción, le dan lo que el día no le da. Buenas ganancias. Para él, al final lo único importante es Diego, su hijo de seis meses.

Es un riesgo. Pero si no arriesgas no ganas. Alquiler 40 soles, combustible 30 y ver la alegría de su hijo, no tiene precio. Trabajar de noche allí es gratificante y, a la vez, nauseabundo.

Chicha o cumbia es aceptada por sus clientes. Moviendo las manos cerradas con el índice alzado, es muestra de su fanatismo por aquella música tropical andina. Chicha. Nunca falta la salsa coquetona, algunas chicas –por culpa de cirujanos y siliconas- le hacen ojitos por el retrovisor. Es el precio del trabajo nocturno es sacrificado, pero gratificante.

Le dan pavor esas calles, pero mas es el  miedo de  ver a su hijo en miseria y desnutrición.  

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