martes, 7 de junio de 2011

Tripas y Corazones en la Madrugada

Por: Lenin Grandez Guevara



El viento de la amanecida acarrea por todos lados el olor de la carne asada. El sonido de las vísceras en el carbón y la humareda que desprende para perderse en lo alto asedian  a los desvelados.  Al percibir esto José de San Martín ecuestre parece apearse de su caballo.
¿Haz probado los anticuchos que se venden en el jirón Quilca o en la Plaza San Martín a las tres de la madrugada? Si aun no lo haces, cuando vayas no olvides pedirle yapa a doña Asunta Vargas. Veterana anticuchera  de 45 años quien es la dueña de un mini puestito. No olvides pedirle yapa. Te sorprenderá con un poquito más de pancita o de corazón.


De piel morena, ojos pardos achinados de bondad y cabellos crespos atados, la señora Asuntita, como la llaman sus más fieles compradores, se apresura para atender a un corro de gente.  Muchos de los desvelados que esperan estuvieron bailando y bebiendo hace poco. Otros solo paseaban de amanecida. Pero todos tienen algo en común. No es que sientan un vacío en su estómago, no es hambre de madrugada. El común denominador es la irresistible atracción que sintieron al ver, oír y oler a los mondongos que se revolcaban como en una fiesta sobre el carbón.

Doña Asuntita es  madre de dos muchachos de colegio: el primero de 16 y el segundo de 14.

“Pienso en mis hijos, en sus estudios y en el futuro que los espera. Esa es mi única preocupación. Mi esposo se fue de la casa hace cinco años y tuve que mantener sola a mis dos varoncitos. Muchas veces me quiere tumbar el sueño, pienso en ellos y se me quita”, menciona conmovida mientras ensarta trozos de corazón en los carrizos puntiagudos.

Doña Asunta Vargas, don Juan Gómez, doña Flora Quispe y la mayor Adelaida Vásquez, son las únicas personas que se dedican a la venta de anticuchos en la plaza San Martín desde las diez de la noche hasta las cuatro de la madrugada.

 Cada uno de ellos vende no menos de 80 a 100 palitos de anticuchos por noche y ganan un sol por cada palito. Sorprende saber que el  trabajo en vigilia es bien recompensado.

“Casi todos piden ají. Casi todos han tomado. Se huele el  tufo cuando se acercan a pedirte dos o tres palitos, también salgo mareada”, asegura doña Asunta y se ríe.

No todo es tranquilidad y ganar dinero honestamente. Los anticucheros (as) creen que son los policías los deshonestos. Casi una vez por semana  son retenidos por los policías municipales. Sin embargo creen que no  todos los policías buscan arruinar su negocio. “Muchos policías  son buenos,  piden dos palitos y lo pagan sin reclamar nada”, dice Asuntita y se prepara nuevamente para despachar a un nuevo grupo de personas que se han acercado. El viento sigue llevándose el olor de la carne asada, el ruido continua atrayendo a los insomnes, José de San Martín pretende nuevamente bajarse de su caballo y nuevos corros de gente piden más ají a doña Asunta.

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