martes, 7 de junio de 2011

Secretos de una Calle

El jirón Quilca, en el Cercado de Lima, es el lugar donde convergen muchas personas diferentes, pero con una misma afición: La vida nocturna. 

Por: María Milagros Brugman


En el jirón Quilca siempre se encuentra lo que se busca; libros, alcohol, mujeres, comida, seguridad. Increíblemente seguridad, pues el sistema aquí es diferente, las calles, al contrario del resto del Cercado de Lima, no son peligrosas, sino bastante mansas, y el único peligro aquí es que pase un patrullero y encuentre a los incautos indocumentados.


A partir de las 9:00 pm la calle cambia. Los ejecutivos dejan de transitar y el tráfico disminuye. Solo quedan los seres nocturnos que buscan placeres mundanos, o aquellos religiosos que van a la Iglesia de Salvación. Las esquinas se llenan de jóvenes con ropas raídas y peinados extravagantes que beben sin parar y algunos transeúntes incautos, asustados por la soledad y la oscuridad de esas aceras mojadas en orina.

En dirección a la avenida Wilson, la calle se torna siniestra. En el camino, el bar Queirolo, sitio de intelectuales ahora ocupado por jóvenes viendo fútbol. Más adelante, otro bar. Luego otro. Don Lucho, a quien le dicen Ciro y el no sabe por qué, dice no beber en el trabajo. “Abrimos a las 11:00 am y cerramos a las 3:00 am”. Entonces no bebe, pero sí ríe y a veces baila al compás de la música que emite su rockola.

El Averno, centro cultural –o contracultural, como prefieren llamar- continúa. Un conocido profesor de la Universidad Nacional Federico Villarreal comparte tragos con sus amigos intelectuales. Confunde personas, llama alumnos a quienes no lo son. “Él es tu profesor, pero aquí es un maestro”, afirma Jorge Miyagui, uno de los fundadores y artistas del lugar. “Maestro de las letras y del trago, sino mira cuanto se ha tomado”. Y el profesor se balancea, se vuelve a sentar y regresa a su debate.

Las calles se vuelven siniestras, oscuras. Las miradas son hurañas, un grupo de jóvenes de mal aspecto bebe en una esquina. Un patrullero pasa por la avenida y ellos se alejan rápido, dicen que algunos no tienen documentos. También dicen que la policía siempre los ‘levanta’, que ellos no tratan bien ni son bien tratados. “Sólo tratamos bien a los que no nos joden”, y siguen su camino, hacia el jirón Cailloma.

Y si nadie jode, no es jodido. La calle es muda, ciega, sorda, funciona bajo sus propias reglas que, de preferencia, no deben ser quebradas. A menos que te atengas a las consecuencias.

1 comentario:

  1. Interesante la crónica, relata en forma clara y amena, hechos cotidianos de una parte de Lima Cuadrada, pero a su vez muestra con un dezlinde, por el horaio, la peligrosidad de una calle como mucha que exiten y en donde la autoridad policial brilla por su ausencia y la Municipalidad no hace nada por cambiar el rostro de esta Lima antigua que debería ser un lugar turístico y seguro.

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